He cruzado el mar y he surcado el cielo;
sobre estrellas temblé de la emoción;
del universo he visto el corazón;
he descorrido del misterio el velo;
de un volcán alcancé la cumbre de hielo;
divisé mundos de vasta extensión;
escuché de sirenas su canción;
me zafé del horror que eriza el pelo.
Nada sirve sin mi cordón de plata,
la esposa que me amarra a la cordura,
la suave cuerda que por amor me ata
y que siempre acaricia mi cintura.
Lo prodigioso, sin ella, me mata;
es inútil, sin ella, la hermosura.