Tacaná, el coloso sedente

Sedente está el coloso
sobre la eterna bruma,
tras un manto de nubles insondables.
Gigante poderoso,
fiera tranquila, un puma
portentoso de piedra, formidables
entrañas inestables.
Quebrando el horizonte,
con ardiente fervor
infundes el horror
tú, del magmático fuego simbionte.
Vómitos de ceniza
despiertan la prudencial ojeriza
del hombre temeroso.
Bello y terrible, en suma,
tus faldas se antojan inabarcables.
Si despiertas furioso,
crece como la espuma
el recelo de almas impresionables.
Las formas espectables
de tu pétreo somonte
de aspecto abrumador
en luz del albor
dan aspecto de un laxo mastodonte.
El asombro entra en liza
con la sensata cautela y la briza
mece la niebla que te cubre, monte
del ardor, y la riza.
Albergas ardiente furia cobriza.