El privilegio de abrazarla (primera versión)


Me pasé siglos buscando
del amor un abacero
y, contra el frío del mundo,
un cálido abrigadero.
Quería domar la angustia,
mas no tenía aceruelo
y mi corazón ceñía
un fuerte acordonamiento.
No encontré nunca debajo
de mis pies afianzamiento
y mis sueños parecían
brebaje de aguardenteros.
Quería purgar mis penas
con fruto del aladierno.
Mi corazón siempre estaba
vigilante, siempre alerto.
Andaba con pies desnudos
y no hallaba almadreñero,
pero encontré el privilegio
de abrazarla: mi alegría,
es mi gozo y mi gran premio.